domingo, 11 de abril de 2010

Los niños al parque, no a ver sangre

Así gritaban los manifestantes delante de la plaza de toros de Elda, y con razón.
Y es que ya no hablamos de lo vergonzoso de que este país, al que queremos llamar desarrollado, todavía permita este tipo de barbarie y, aún más, la ensalce como un patrimonio de interés histórico internacional. Hablamos ni más ni menos que de crueldad y salvajismo, así de tajante.

No contentos con esto, los "aficionados" a este "arte" llevan a sus retoños a ver las corridas. Llamar arte a aniquilar a un animal sin más motivo que la diversión, me lleva a pensar que quizás también tenga algo de artístico que unos chavales den una paliza a un compañero del instituto, o del colegio y lo graben con sus flamantes teléfonos móviles.

Posiblemente este tipo de actitud sea uno de los precursores de acontecimientos como esos. El tiempo me ha enseñado que la educación es primordial, y que el respeto a la vida y a la integridad, tanto propia como ajena, son valores ensenciales, pero, lamentablemente existen personas que no comparten la misma percepción de la realidad y son capaces de llevar a un niño a ver como torturan hasta la muerte a un animal. Violencia en directo, ni más ni menos.

Si las leyes de este desarrollado y cívico país prohiben hechos como el de que un menor de edad entre en un local en el que se venden alcohol y tabaco, como, por ejemplo, un concierto de rock, ¿No deberíamos plantearnos que asistir a un "espectáculo" de semejante contenido violento (de hecho basado íntegramente en la violencia) debería ser algo ilegal para un menor de edad? O por lo menos, ¿No debería serlo para un niño?

Muchos partidarios podrían defenderse afirmando que se trata de un acto cultural, que forma parte de la cultura española y que un niño, con el consentimiento de sus padres, puede asistir a una corrida de toros, y a mi me parece cojonudo. Que esa gente dé ese tipo de ejemplo a las nuevas generaciones. Esta tarde esos jóvenes retoños han presenciado, a demás de la aniquilación de seis toros, a sus padres y familiares insultando a los manifestantes y haciendo cortes de mangas, soltando improperios e insultos y provocando con gestos amenazantes. Como se dice en la jerga del toreo, olé.

Quizás el hecho de que esos señores, puro en boca, y probablemente con más de un cubata en el cuerpo, actuen de esa forma delante de unos jovenes que hacían pública su protesta, sea parte de la explicación. Señorío, porte y planta, pero una jodida gran falta de educación, lo que nos lleva de nuevo, al principio.

Digan lo que digan, desde mi humilde e ignorante punto de vista, ir a los toros me parece una soberana gilipollez. Nadie nos da derecho a jugar con la vida de nadie ni de nada, y llevar a un niño a ver semejante espectáculo, me parece, cuanto menos, una aberración.

Que estos ágiles "artístas" se sientan endiosados por lo que hacen, nos da la oportunidad de, de vez en cuando, poder verlos demostrando su arte en otras facetas, como esta:


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